Cuando Dariam Coco pisó el cielo de Madrid, como diría Joaquín Sabina, su hoja de ruta nada tenía que ver con lo que hoy conocemos de ella. Entonces se disponía a estudiar periodismo para covertirse en reportera, dejado atrás, por lo menos durante un tiempo, su Lanzarote natal. Sin embargo, un giro del destino quiso que la interpretación se cruzara en su camino para, definitivamente, quedarse en él.
Lo que empezó como unas clases de teatro para ir cogiendo soltura a la hora de enfrentarse a una cámara terminó por hacer un clic en su cabeza, convirtiéndose en su nueva pasión. De ahí que un día decidiera decirle a sus padres que iba a ser actriz y que comenzara a enfrentarse a la dura carrera de fondo que supone ir de casting en casting. Decisión acertada, porque pronto comenzó a rodar La otra mirada, a formar parte del elenco de una de las series más internacionales, La casa de papel, o conseguir un papel protagonista en Bienvenidos a Edén, esa producción en la que Amaya Salamanca se convierte en una entrañable mala malísima.
A su talento innato para enfrentarse a las cámaras se suma el hecho de ser una de las actrices que representa la inclusividad en una sociedad que aún tiene mucho camino por recorrer, tal y como hemos podido ver en los últimos días: “De pequeña era la única niña negra del cole, así que siempre me sentí diferente. Cuando vas madurando, aprendes a llevar las cosas de otra manera", explicaba la actriz en una entrevista concedida el pasado mes de enero en Harper's Bazaar.
Decidida, con los pies en la tierra y teniendo muy claros sus pasos en esta industria que no es nada fácil, Coco Dariam se ha posicionado como una de nuestras actrices patrias más prometedoras, cuyo futuro, si no hay ningún cambio de guion, se presenta cargado de buenas noticias.
Recuerdo la ilusión de estar descubriendo algo muy nuevo para mí con lo que disfrutaba y que aportaba mucho a mi crecimiento. Un poco antes de rodar La otra mirada me planteé por primera vez dejar la carrera y dedicarme a esto. Luego conseguí el proyecto y cuando viví el rodaje se resolvieron mis dudas.
Lo que me resulta más complicado es lidiar con las exigencias y las presiones que me pongo a mí misma. Tengo muy presente lo difícil que es trabajar en esta profesión y eso despierta en mí a veces el famoso síndrome de la impostora que nos suena tanto a todas.
Mi familia. Estoy muy unida a mis padres y mis hermanos. Son mi principal apoyo en todo. Me siento muy afortunada y orgullosa de ellos.
Me llegó en un momento en el que estaba viviendo muchos cambios. Después del confinamiento, me fui a vivir a Gran Canaria y allí seguí formándome. A los pocos meses me llamaron. Recuerdo que al principio me costó asimilarlo. Luego me enviaron los guiones y empecé el viaje de descubrir quién era Eva.
La verdad es que no me costó mucho conectar con ella. Desde el principio la comprendí mucho. Diría que lo que más me retó fue preparar algunas escenas que se alejaban mucho de mí y sostener el mundo interior de un personaje como Eva, que lo lleva todo por dentro.
Eva es una mujer solitaria, desconfiada y fiel a sí misma. Ha aprendido a ponerse siempre por delante por necesidad, pero es una persona sensible y empática que se ve obligada a traicionar sus valores y principios para sobrevivir en Edén, cosa que le causa mucho conflicto interior.
Sí claro, hay muchos aspectos de mí en Eva. También me considero una persona muy sensible y, en ocasiones, solitaria. Evidentemente, en el caso de Eva esto se lleva mucho más al extremo, ya que tiene muchas carencias emocionales.
Mi Edén sería algún rincón mágico de un bosque al lado del río. Un lugar al que acudir para recargarme y ser totalmente libre, habitado por seres de otros planetas y todo tipo de animales, plantas y frutas. Hadas, ninfas, duendes… Cuanta más fantasía, mejor.
La verdad es que depende del momento en el que me preguntes. Me encanta Madrid, pero siento que me falta algo. A veces me apetece estar aquí, y otras el ritmo de la ciudad me agobia y me escapo aunque sea unos días a Lanzarote para volver a conectar. Voy y vengo siempre que puedo.
No creo que tenga un estilo totalmente definido. Soy bastante versátil. Para mí lo primordial es sentirme yo misma. Me gusta arriesgar con prendas menos convencionales siempre y cuando esté cómoda y no me sienta “disfrazada”. También varía mucho según mi estado de ánimo. No podría elegir una sola firma, pero entre mis preferidas están Acné Studios, Di Petsa, Bimba y Lola, Raf Simons, Mugler, Alejandre y Jean Paul Gaultier.
Nunca he sido muy activa en redes sociales, pero últimamente le estoy empezando a coger el gusto. Aunque lo hago de una manera muy orgánica, compartiendo lo que me apetece de mi vida personal. Las redes sociales son una herramienta más de trabajo ahora mismo y si haces un buen uso de ellas, de una manera sana, pueden llegar a ser muy positivas, incluso inspiradoras, pero tenemos que ser muy conscientes de cómo funcionan y para qué sirven. Percibirlas como si fueran la vida real puede ser peligroso para la salud mental.
Puedo hablar muy poquito de ellos todavía. Tengo pendiente después de verano el estreno de un proyecto internacional, en el que he sido la única española, que me hace especial ilusión, ya que he tenido la oportunidad de rodar con grandes actores a los que siempre he admirado. También tengo otro proyecto que empezaré a rodar pronto, además en mi tierra, cosa que me hace muy feliz, del que tampoco puedo desvelar más detalles por ahora. La verdad es que estoy muy agradecida por el momento que estoy viviendo.
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